Historia del Banco República
La acción del Banco República será poderosa, amplia, vasta, útil, proficua porque viene a ser esfuerzo impulsor de nuestra riqueza acumulada; regulador normal del crédito, sin intermitencias ni caprichos en sus múltiples manifestaciones; ayuda constante de la producción y del trabajo"
(Fragmento del discurso pronunciado por el Ministro de Hacienda, Don Federico Vidiella, en ocasión de la instalación del Primer Directorio del Banco de la República el 24 de agosto de 1896)"
La creación del banco
El Banco de la República Oriental del Uruguay fue una de las consecuencias de la crisis de 1890. Representaba la concreción de las aspiraciones de numerosos grupos sociales que, hasta ese momento, no tenían acceso al crédito y al dinero o debían recurrir, en condiciones de usura, a los bancos privados y a diversos prestamistas (pulperos, barraqueros, comerciantes).
En el Congreso Agrícola Ganadero de 1895 se había reclamado la creación de una institución que proporcionara crédito agropecuario, adaptado a los plazos y condiciones de la producción rural.
En la ciudad, varios grupos urbanos reclamaban la difusión de crédito bancario que alcanzara a industriales, pequeños comerciantes, empleados públicos y patriciado empobrecido.
En opinión de los productores rurales y de los hombres nuevos de la industria, la restricción del crédito y la usura trababan el desarrollo de las fuerzas productivas de la economía nacional. Para liberarse de estas prácticas contaban, hacia mediados de la década de 1890, con el apoyo de un Estado que también buscaba independizarse de la tutela de prestamistas y agiotistas. La propuesta de creación del Banco de la República fue apoyada calurosamente por estos sectores sociales.
La creación del Banco fue ampliamente discutida en el Parlamento y en la Prensa, y reflejó la correlación de fuerzas políticas de aquel momento histórico. El 4 de agosto de 1896 se sancionó la ley que contenía las treinta y cuatro bases de la Carta Orgánica.
El Banco se constituyó como empresa mixta, con un capital autorizado de 12 millones de pesos nominales representativos de 10 millones de pesos efectivos, a integrarse en dos series de acciones. La primera serie de 5 millones de pesos fue integrada por el Estado y la segunda nunca lo fue por particulares, lo que posibilitó su completa estatización en el corto plazo (1911-1913).
La Carta Orgánica otorgó al Banco el privilegio de la emisión mayor y menor de billetes y a partir de 1907 la monopolizó. El monto de la emisión mayor estaría limitado al doble del capital realizado de la Institución. El Banco debía mantener, además, una existencia o encaje en oro equivalente al 40% de los depósitos a la vista y de la emisión mayor en circulación.
El Banco abriría al Estado una cuenta corriente en la que podría girar en descubierto hasta un millón de pesos, mientras el capital de la Institución fuera de 5 millones de pesos. Haría al Estado y a las Juntas Departamentales los empréstitos autorizados por la ley, sería el depositario de los fondos que recaudara el Estado y de los depósitos judiciales, y asistiría el servicio de la Deuda Pública cuando los contratos vigentes lo permitieran.
Con el transcurso del tiempo, el Banco fue desarrollando una amplia variedad de actividades: banco comercial y de crédito especializado, banco del Estado, de emisión y, paulatinamente, autoridad monetaria. Si su carácter de banco comercial lo impulsaba a expandir el crédito en apoyo a las actividades productivas, y consecuentemente, a emitir moneda en forma creciente, su rol de banco de emisión le imprimía un carácter "prudente" a su emisión monetaria y agudizaba su cuidado del valor de la moneda. La conciliación de esta contradicción explica, en buena medida, la acción del Banco del Estado en sus distintas etapas históricas, y su paulatina acumulación de funciones en su evolución institucional.
En 1913 el BROU sufrió una crisis, y debió enfrentar masivos retiros de depósitos y conversión de sus billetes a oro. Los bancos oristas, como el Banco Comercial y el Banco de Londres, al principio propiciaron la corrida, llevando a la conversión diaria grandes cantidades de billetes, menguando así las reservas metálicas del BROU, como habían hecho en el pasado con el Banco Mauá y con el Banco Nacional. Poco después, estos bancos privados percibieron que la quiebra del Banco de la República arrastraría tras de sí a todo el sistema bancario, y declararon públicamente su confianza en el Banco Oficial. La corrida se detuvo y el BROU superó esta instancia que había comprometido su existencia. Puede decirse que a partir de la crisis de 1913 el Banco de la República se consolidó como la pieza fundamental del sistema bancario nacional.
En 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial se suspendió el funcionamiento efectivo del patrón oro. Los países prohibieron los movimientos internacionales del metal y se suspendió la conversión de billetes a oro. En 1918 el Banco otorgó un crédito a Inglaterra y Francia para facilitar la venta de los productos pecuarios nacionales. El BROU emitió moneda contra estos créditos, y la suspensión de la conversión fue prorrogada por sucesivos decretos, hasta tanto no se cobraran los préstamos. Luego de la guerra vino una crisis y la caída de los precios de exportación. El BROU, en apoyo al sector agropecuario, lideró y propició acuerdos de refinanciación de las deudas de productores con el sistema bancario. Durante los años veinte, el Banco Oficial intentó sostener el valor de la moneda. Intervino en el mercado de cambios, en la llamada "batalla del peso", y si bien no consiguió sostener el valor del peso en su paridad oficial respecto a las divisas extranjeras, logró en cierta medida estabilizar su valor.
Luego de la crisis de 1929 el Banco de la República se constituyó en la pieza clave de la política económica, y en su órbita se instrumentaron los complejos mecanismos de intervención en el mercado de cambios y de administración de la deuda pública que inauguraron el llamado "régimen de economía dirigida". La complejidad que adquirió la gestión del Banco en estos años llevó a una reestructura, y en 1935 se dividió a la Institución en dos, con la creación de un Departamento Bancario y un Departamento de Emisión, con la intención de resolver la contradicción entre sus funciones crediticia y emisora. En la década del treinta el Banco fue perdiendo terreno en su faz comercial frente al crecimiento de la Banca Privada, particularmente en el interior del país. No obstante cabe recordar que la construcción definitiva de una red bancaria de alcance nacional había comenzado tres décadas atrás, con la instalación de las sucursales del Banco de la República. Se realizó una política de crédito selectiva, y la expansión de la agricultura contó con el apoyo del Banco, al multiplicarse en el territorio nacional los graneros oficiales del BROU.
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se produjo un inusual ingreso de capitales al Uruguay, lo que podía provocar presiones inflacionarias. Para contrarrestarlas el Banco incentivó la captación de ahorro, aumentando las tasas de interés que pagaba por los depósitos y restringió sus préstamos. Buscaba así retirar dinero de circulación. Profundizó su política selectiva de crédito, apoyando, en la medida que lo permitía su cuidado de la inflación, a los sectores productores, esto es el agro y la industria. En 1941 el Directorio del Banco resolvió crear el Departamento de Investigaciones Económicas, perfeccionando así el rol asesor del Banco a los Poderes Públicos, que, en materia económica, venía ejerciendo a través de la Gerencia General. Antes de que la Guerra llegara a su fin, se percibía desde el Banco el cambio en las condiciones económicas del país que sobrevendría en la posguerra, y es así que se elaboraron propuestas para preparar la economía nacional centrándose en su rol crediticio. Se inició en el país una etapa de fuerte crecimiento económico liderado por la industria, conocido como el modelo de industrialización por sustitución de importaciones. El crédito del Banco de la República acompañó en forma creciente el desarrollo de la actividad de dicho sector, hasta que a mediados de la década de 1950 el modelo se agotó.
Comenzó entonces un largo período de estancamiento de la economía nacional, que el Banco no pudo interrumpir. La difícil situación del mercado mundial obstaculizó la exportación de los tradicionales productos agropecuarios uruguayos, se desnivelaron las balanzas comercial y de pagos, se devaluó la moneda. La repercusión en la sociedad provocó agudos conflictos, la inédita aparición de una guerrilla urbana y el creciente autoritarismo del Estado que culminó en 1973 con la instalación de una dictadura militar. Sucesivos gobiernos fueron ensayando diversas respuestas al estancamiento. Se desmantelaron los mecanismos de protección de la industria, se recurrió al Fondo Monetario Internacional y la política económica tomó una orientación liberal.
En 1965 se produjo una profunda crisis bancaria que, entre sus consecuencias, trajo separación del Departamento de Emisión del Banco de la República y su transformación en una nueva entidad, el Banco Central del Uruguay, creado a partir de la Constitución que entró en vigencia en 1967.
La dictadura permaneció entre 1973 y 1984, período en el que se aplicaron políticas económicas que tuvieron que ser acompañadas por el Banco. Se asignó crédito al financiamiento de sectores exportadores y a aquellos que la política económica señaló como prioritarios. En 1982 se produjo una profunda crisis económica. Quebraron varios bancos privados nacionales que fueron vendidos a grupos bancarios internacionales. Se agotaron las reservas del Banco Central. Se devaluó la moneda con el quiebre del sistema de tipo de cambio preanunciado conocido como "la tablita", y así, con el abrupto aumento del precio del dólar, gran parte del aparato productivo nacional vio multiplicar el valor de sus deudas contraídas en moneda extranjera. En medio de grandes dificultades, el Banco debió sostener al maltrecho y endeudado aparato productivo nacional, a las necesidades del gobierno, a la vez intervenir en el mercado de cambios para estabilizar la cotización del dólar.
La restauración de la democracia (1985 - 2009), presenció la existencia de variadas coyunturas económicas que contaron con la participación del BROU. Aún antes de que el primer gobierno democrático instrumentara medidas legislativas para solucionar la grave situación de endeudamiento interno, heredada de la crisis de 1982, el Banco de la República, por vía administrativa y por propia iniciativa, procuró establecer fórmulas de refinanciación de deudas.
A la vez, y sin que en principio ello formara parte de sus cometidos específicos, la Institución se hizo cargo de cuatro bancos privados – los "bancos gestionados" – a partir de 1985 y 1987. Gestionó, aportó capital y se hizo cargo de pérdidas de estas entidades, constituyéndose en una herramienta fundamental frente a los episodios de inestabilidad del sistema financiero. En este período el Banco concretó un largo y profundo proceso de reestructura en vías a su modernización. Las mejoras de gestión y los nuevos instrumentos derivados de esta reestructura resultaron vitales cuando el Banco debió enfrentar la profunda crisis económica y financiera del año 2002.
La crisis comprometió seriamente al Banco. Por vía legislativa se reprogramó el vencimiento de los depósitos a plazo fijo en dólares, estableciéndose un cronograma de devolución que el BROU pudo anticipar. Pese a la experiencia de la crisis, el Banco retuvo gran parte de dichos depósitos, dando muestra de la confianza que el Banco de la República había sabido ganar en los depositantes desde los tiempos de su fundación. Se instrumentaron mecanismos que permitieron capitalizar al Banco y a la vez gestionar parte de la cartera morosa fuera de la Institución, a través de la constitución de fideicomisos financieros. En pocos años, y con la paulatina recuperación de la economía uruguaya, el BROU fue saneando sus finanzas. Logró incrementar su capital de forma por demás vigorosa, abatir a niveles mínimos la morosidad de sus créditos, volver a encauzar su acción de apoyo a los sectores productivos, facilitar el acceso a sus servicios a una amplísima base de clientes a través de modernas tecnologías, y, además, competir exitosamente con la Banca Privada. A partir de 2007 una prestigiosa revista internacional especializada distinguió al Banco de la República como el Mejor Banco del Uruguay por tres años consecutivos, destacándolo como un ejemplo a seguir para los otros bancos de la región. Obtuvo, además, el reconocimiento de otras dos publicaciones en 2008 y 2009.
En suma, el Banco de la República Oriental del Uruguay ha sido impulsor de la actividad en tiempos de prosperidad e instrumento de contención del sistema económico nacional en tiempos adversos. A lo largo de su rica historia ha sido herramienta fundamental del desarrollo nacional.